Emociones, ¿cómo puedo gestionarlas?
Las emociones representan, para muchas personas, algo de lo que huir, difícil de controlar y manejar. Y por supuesto, este es el principal motivo por el que las personas vienen a la consulta del psicólogo.
¿Qué puedo hacer con esta tristeza que me invade y me deja sin energía?, ¿y con el miedo que va bloqueando cada vez más partes de mi vida?, ¿cómo puedo lidiar con el dolor por la pérdida de mi hijo?, ¿y cómo controlo los nervios cuando tengo que hablar en público?, ¿y el estrés en el día a día?
Ansiedad. Miedo. Tristeza. Rabia. Vergüenza.
Emociones que todas y todos sentimos a lo largo de nuestra vida, sin embargo, nunca hemos aprendido a lidiar con ellas. Por eso, hoy en día somos analfabetos emocionales. Intentamos hacer cosas para que las emociones que no nos gustan desaparezcan y sin embargo, en la mayor parte de las ocasiones, logramos justo lo contrario: que se hagan más grandes e incontrolables.
Imaginate que un día te sientes triste y decides dejar de ir al gimnasio. Estás apático y desmotivado, y lo último que te apetece es moverte del sofá. ¿Qué crees que sucederá con la tristeza? La emoción se hará más grande, se magnificará y lejos de sentirte tranquilo, te sentirásculpable y aún más triste por no haber ido.
Muchas veces, las cosas que hacemos para aliviar las emociones consiguen justo lo contrario: hacerlas más grandes.
Si sientes apatía, no te dejes llevar por esta. La clave es la siguiente: hazlo, aún con apatía. Probablemente después de vencer la apatía y hacer alguna tarea te sentirás mucho mejor.
Es importante recordar que con las emociones podemos hacer dos cosas; evitarlas o aceptarlas.
La mayor parte de nuestra educación y los mensajes que la sociedad nos manda van dirigidos a la evitación emocional (“no estés triste, no merece la pena”, “sonríe”, “la vida son dos días, disfruta”). Una y otra vez se nos “invita” a estar bien, a no hablar o pensar en lo que nos afecta. Parece que todo está orquestado para que salgamos ahí fuera y hagamos cosas sin parar – comprar, comer, quedar con amigos, bailar, sonreír – y evitemos de esta manera, adentrarnos ennuestro mundo interior y en las temidas emociones.
Las emociones no desaparecen si las evitamos y miramos para otro lado. Todo lo contrario.
Las emociones se alivian cuando nos paramos y las miramos de frente. Cuando las escuchamos y las tenemos en cuenta. En definitiva, cuando las aceptamos.
Aceptar las emociones significa permitirse estar triste, enfadado, tener miedo o permitir que algo – aparentemente insignificante – nos afecte.
La aceptación emocional quiere decir no juzgar lo que sentimos, simplemente, dejar que las cosas sean. Recuerda que las emociones tienen su razón de ser, esconden un valioso mensaje que debemos pararnos a escuchar.
Si te apetece saber más sobre emociones y aprender a manejarlas de una forma saludable, te recomendamos el libro “Lo bueno de tener un mal día”, de la psiquiatra Anabel González.
Laura Torrres García, psicóloga.